Felipe Ibáñez nació en Gonnet (Buenos Aires, Argentina) en el seno de una familia dedicada a la cultura, al periodismo, a la radio, al teatro... Primero de 7 hermanos, a los 19 años emigró a Buenos Aires siguiendo el anhelo de estudiar en la Universidad de Buenos Aires, fundada por su antepasado Antonio Sáenz. Para costear sus estudios de Matemáticas en la UBA, comenzó a trabajar en una editorial y al poco tiempo había sido cautivado por el Diseño Gráfico. Para entonces, su vida transcurría en los pasillos del Pabellón 3, donde almorzaba, cenaba, tomaba sol y hasta iba al gimnasio.
La carrera de Diseño Gráfico en la FADU marcó definitivamente su perfil profesional, sobre todo haber cursado las cátedras de Daniel Wolkowicz y Luis Goldfarb (en las cuales también fue docente).
Tras haber realizado interesantes proyectos de diseño en Buenos Aires, algunos de ellos muy relevantes, decidió emigrar nuevamente hacia el histórico sueño de descubrir Europa.
Desde el año 2000 reside en Barcelona, alternando en estadías breves en Montpellier. Allí ha continuado su labor de diseñador, introduciéndose en el teatro, el circo, el diseño "tetra-dimensional" (que no se trata de diseñar packaging para vino económico, sino pensar el diseño en función del tiempo) y el diseño de situaciones habitables o eventos.
Entre sus proyectos más destacados están Tela Magazine www.telamagazine.com (una revista en formato no convencional, que se puede encontrar en 9 países. En Buenos Aires está disponible en el Malba) y Fashion Freak Festival www.fashionfreak.es (una acción multiformato de comunicación de diseñadores independientes del vestir). Además de numerosos trabajos de comunicación visual que transgreden las dos dimensiones.
1) ¿Qué pensabas de la FADU antes de empezar a cursar?
Como iba al subsuelo del Pabellón 3, a cursar materias de Matemáticas, todo lo que pasaba en los pisos de arriba me parecía más "cool" que nosotros, más luminoso, más feliz. Siempre quise hacer algo que me divirtiera sobre todo, algo que me resultara un juego, una pasión. Las matemáticas eran un proyecto absurdo mío para aplicarlo a la música (a lo que me dedicaba desde los 15 años). Yo veía que en la FADU la gente se divertía. Eso me parecía. Además, la gente vestía raro y eso me atraía. Pero también había mucha pose (sobre todo en el turno mañana) así que me resultaba divertido observarlos. Sobre las materias y las cátedras no tenía ni idea.
2) ¿Qué pensabas de la FADU mientras cursabas?
Al principio estaba aterrorizado por la actitud de algunos docentes. Pero en Proyectual (Bossero) me dieron una pista de despegue brutal. Recuerdo a una docente alucinante que se llamaba Mariana Tambussi, creo. Confió en mi. Eso era bueno en la FADU, los docentes que aceptábamos el reto de los alumnos, más allá de nuestros gustos.
Durante la carrera tuve momentos muy feos, con docentes limitados intelectualmente, que actuaban de "guays" y cierta verticalidad que se olfateaba en ciertas cátedras.
Hasta que a los tumbos, descubrí el marketing de las cátedras y la verdad detrás de esa publicidad que se hacía de cada una. Y empecé a tener más suerte en las elecciones. El sistema multicátedras de la FADU es un ejemplo a nivel internacional.
Teníamos docentes apasionados que dejaban las pestañas, con lágrimas de cansancio, en nuestros sueños. Teníamos alumnos capaces de cargar 300 kg de papel en un "bondi" para llegar a una entrega, con ideas innovadoras, frescas, molestas, insensatas, revolucionarias.
Sentía que estábamos en un círculo de elegidos, en el cual, si te jugabas la vida por tu idea, tal vez te sacabas un 4 pero ibas obteniendo mejores y más fuertes relaciones con compañeros y docentes, con quienes charlando acababas aprendiendo más que de Roland Barthes o Frutiger. Uno estaba allí para aprender, así que todo valía la pena.
La FADU era mi casa. Lo digo en serio. Luis Goldfarb me aceptó como docente en su cátedra y yo lo adopté como maestro (fui el primer alumno inscripto en su cátedra). Me inspiró y me mostró caminos en los que yo podía creer (en esa época había muchas limitaciones estéticas en las cátedras). Pero Goldfarb tiene una sensibilidad para detectar a los vanguardistas de verdad. Luego Daniel Wolkowicz lanzó un desafío que tal vez me abofeteó más que a nadie esa noche. Y se convirtió en maestro, guía y luego en amigo. Hernán Berdichesky fue el primer docente que creyó en mi forma de pensar. Bandera de largada. La FADU era un invernadero al que se le rompió el termostato, demasiado calor, nuestras ramas rebasaban las ventanas. Desde el primer día supe que esa era una estructura de concreto movida por una energía mental descomunal.
3) ¿Qué pensás de la FADU actualmente?
Hace casi 9 años que vivo en Europa. En este tiempo he ido a la FADU cada vez que he ido a Argentina. Una vez fui solo, sin citarme con ninguno de los grandes amigos que están allí hoy, que siguen dando guerra en mi casa, nuestra casa. Fui solo para perderme en las aulas, para oir, oler y sentir esa energía tan familiar.
No puedo pensar en la FADU sin emocionarme y afiebrarme por ganas de volver a dar clases allí, de volver a pasar un tiempo de mis semanas con mi gente.
Tengo mil versiones diferentes sobre lo que hoy pasa allí con los alumnos y con los docentes. Creo que hay una visión pesimista en nuestra sociedad y que eso se traslada a las aulas. Creo que no es posible que los docentes estén más "quemados" ni que los alumnos estén más "apagados" que antes. Creo que todo es cuestión de ver el mundo, de levantar la vista y animarse a ver más lejos. El poder de transformar la realidad está en nosotros y curiosamente, es evidente en gente como la que se nuclea en la FADU.
Estoy convencido de que no hay una casa de estudios con el nivel académico de la FADU en muchos países. En Barcelona, no existe un nivel como el de la FADU. Además, en la FADU faltan todos los recursos materiales que en otros países (o en las Universidades Privadas) sobran y aún así no se puede competir con la formación de muchos egresados de la FADU. Soy fan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario